En los desarrollos anteriores, hemos presentado la
posibilidad de construir ideas principales a partir de la globalización de la
información a la que podemos tener acceso a través de un texto.
En la mayoría de los casos, hemos
trabajado con textos que tienen una
dimensión fundamentalmente expositiva o explicativa. Ya sea en los de
circulación periodística, como los dos primeros que hemos presentado, o en
ámbitos de difusión escolares, como algunos de los siguientes, podemos apreciar
que se trata de textos que se han producido para ampliar información sobre
problemáticas de la actualidad (como los de circulación periodística) o sobre
cuestiones de la realidad, independientes de la actualidad (es decir,
problemáticas que son las mismas tanto en el pasado como en el presente y en el
futuro), como los que abordan temáticas que son profundizadas en los ámbitos
científicos.
Podemos definir, de un modo
sencillo e introductorio, que los textos
expositivo/explicativos son aquellos que se produjeron a partir de la
intención de aportar o ampliar información sobre algún aspecto de la realidad
(actual o general), y que no implican una posible polémica, en el sentido de
que no se espera que se genere una discusión con el lector sobre la temática.
Se trata de textos cuyo principal objetivo es la información, y no una opinión
sobre ella.
En los
textos expositivo/explicativos, la pregunta globalizadora se presenta como una
especie de foco que “ilumina” toda una zona de información que pueda ser
definida en la lectura como aquella en la que se desarrolla un aspecto
relativamente independiente del contenido del texto. De este modo, la pregunta globalizadora identifica en una
zona de texto un campo de proyección (al que “ilumina”) al que percibe como un conjunto que adquiere unidad cuando puede ser
una respuesta al interrogante, y ese interrogante se formula a partir de
una pregunta general que nos hacemos al leer, y que hemos dado en expresar como
“¿Qué nos quiere decir todo este fragmento de texto?”. Todo esto se puede
graficar de la siguiente manera:
De este modo, en los textos expositivo/explicativos la globalización de la información que se realiza para poder construir representaciones de las ideas principales se produce a través de una perspectiva que propone considerar a la información como aspecto a conocer y comprender. Desde esta perspectiva, los significados presentes en el texto son objeto de simple conocimiento.
Existe otra
perspectiva importante para tener en cuenta, y es la que ponen en juego los textos argumentativos. En éstos, la
intencionalidad de quienes los han producido es, en general, la de presentar como válida una opinión personal
o un modo de ver las cosas de las que se habla en el texto, y de eso se
pretende convencer al destinatario (el lector), aportando elementos de prueba
que permitan sostener su hipótesis sobre los temas o hechos.
En los
textos argumentativos se da una perspectiva
diferente: la información que contienen no es simplemente presentada o
representada, sino que, además, su
aporte se da en función de encontrar apoyo para una posición personal que puede
ser distinta de otras maneras de ver los hechos o los temas sobre los que
se habla.
Por ello,
cuando hacemos frente al trabajo de elaborar preguntas globalizadoras sobre un
texto argumentativo, es necesario que consideremos el carácter argumentativo
del texto. Esto implica, por una parte, identificar
la hipótesis sobre el tema o los hechos que tiene el autor y, además,
pensar en qué otras posiciones al respecto pueden llegar a existir. Por otra
parte, implica también considerar que el trabajo sobre el texto (la producción
de representaciones de ideas principales) tendrá que tener en cuenta permanentemente la cuestión de la perspectiva: las preguntas globalizadoras llegarán a
formularse a partir de cómo cada zona de texto contribuye a sustentar la
posición personal que el autor del texto mantiene.
Esto no implica, necesariamente,
que se esté de acuerdo con esa posición personal. Lo que hacemos es comprender
el texto a partir de cómo desarrolla su autor su modo de ver las cosas para
convencernos de adoptar una posición similar. Importa, entonces, comprender
adecuadamente qué piensa sobre aquello de lo que habla y en qué elementos o
razonamientos se funda su posicionamiento.
Una vez que hemos terminado el
trabajo sobre su texto, queda en el lector otro
trabajo, tanto o más importante que el anterior: determinar si está o no de acuerdo con el productor del texto. Y,
en todo caso, en qué sí o en qué no acuerda, además de: por qué. Para ello, el lector debe asumir su propio
posicionamiento, disponerse a discutir con el productor del texto sobre la
problemática y someter a crítica cada uno de los razonamientos en los que se ha
basado el productor del texto para intentar convencerlo de la validez de su
hipótesis. En este sentido, esta parte siguiente del trabajo de lectura
(que comienza cuando termina el trabajo de comprensión del texto) deberá
proseguir hasta encontrar una nueva hipótesis en la que el lector se formula su
propio modo de ver la problemática, y contendrá, además, argumentos diferentes.
En síntesis: cuando
abordamos un texto argumentativo, el trabajo no termina en el procesamiento de
la información contenida en el texto, sino que comienza otro. El resultado de ese otro trabajo es siempre
otro texto, en el que el lector responde al autor. Muchas veces ese texto
se escribe: pero, otras veces, no es escrito pero sí es pensado, y aquello que
se ha pensado termina siendo la clave de una manera de comprender el mundo que
generará ideas y posicionamientos personales que asomarán en muchos otros
textos que se digan o escriban con posterioridad.
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