Mientras nos ubicamos en el ámbito del discurso
científico como el de un universo de modos de conocer, nos debemos preparar
para “afinar” nuestra herramienta. Es decir, nuestra particular manera de
preguntar. Cuando interrogamos, hacemos foco en algo que no conocemos o no
comprendemos, y pretendemos que una posible respuesta ilumine eso desconocido o
no comprendido, en lo que hemos hecho foco. Es por esto que cuanto mejor esté
formulada la pregunta, más apropiado será lo que encontremos, a través de ella,
cuando podamos responderla. Primera cuestión importante a atender es, entonces,
elaborar una manera de construir preguntas que nos permita encontrar
conocimientos o facilitar su comprensión por medio de las respuestas que luego
podamos hacer a partir de ellas. Tenemos que ponernos de acuerdo, en este
sentido, en cómo deberían estar conformadas las preguntas que nos permiten
conocer o comprender cuando sean respondidas.
Con este
fin, resulta necesario establecer una primera diferenciación entre todas las
preguntas posibles. Para ello, armaremos dos grupos de preguntas: el primero de
ellos será el de las preguntas que pueden responderse, simplemente, sí o no.
Todos las distinguimos porque, en español, son oraciones comunes y corrientes
que, si no tuvieran indicaciones sobre su carácter de interrogaciones, podrían
ser afirmaciones y no preguntas. Esas indicaciones sobre su carácter de
interrogaciones son: en la oralidad, la entonación y, en la escritura, los
signos (que se colocan en nuestra lengua tanto al comienzo como al final).
Por ejemplo: “¿Los verbos son las
palabras que representan acciones?” Seguramente, en este tramo inicial de
nuestra aventura, muchos de ustedes responderán: “Sí”. Muy posiblemente, cuando
estemos avanzados en nuestro trabajo, responderán: “No”. Pero, de cualquier
manera, la respuesta (ya sea afirmativa o negativa) no nos permite ni conocer
mejor lo que queríamos conocer ni comprender lo que queríamos comprender. Estas
preguntas se llaman interrogaciones
absolutas y, como hemos podido ver a través del ejemplo, no nos llevan al
conocimiento ni a la comprensión. Las descartamos, entonces, como herramientas
de búsquedas de saber.
Hay otro tipo de preguntas, que
se llaman interrogaciones relativas,
y que son las que ponen el foco sobre aquello que se quiere descubrir (conocer,
comprender) a través de un tipo de palabras, los pronombres enfáticos (porque todos llevan tilde) interrogativos (porque se utilizan para
obtener la información que se busca). Esos pronombres enfáticos interrogativos
son: qué,
quién, quiénes, cómo, dónde, cuándo, por qué, cuál. Con sus variantes: para
qué, en qué, debido a qué, con qué, etc. Las preguntas que comienzan
con estos indicadores son relativas porque buscan respuestas relacionadas con
aquello sobre lo cual ponen el foco de la interrogación (aquello que les
interesa conocer o comprender).
Por ejemplo, una pregunta que
comienza con por qué pone el foco sobre la causa de algo que se está presentando en la interrogación; si
comienza con para qué pone el foco sobre la finalidad de aquello que se presentó; si comienza con cómo,
sobre el modo; con dónde,
sobre el lugar; con cuándo,
sobre el tiempo. Y así con todas las
demás. Se trata de preguntas relativas a
un aspecto de la información: la causa, la finalidad, el lugar, el tiempo, el
modo, las personas, los conceptos, etc. Sobre ese aspecto ponen el foco como
una especie de lugar vacío que deberá ser llenado por la información faltante,
aquella que generó la necesidad de preguntar.
Por esta razón, las preguntas que
nos interesan, las que nos servirán para encontrar lo que buscamos, las que nos
permitirán conocer o comprender, son las interrogaciones relativas. En este
sentido, nuestro trabajo de indagación sobre una problemática dependerá de que
podamos formular de la mejor manera la pregunta que nos permitirá encontrar la
respuesta que buscamos. En definitiva, fabricar una buena llave que guíe
convenientemente la búsqueda.
Todo esto
significa que, si hemos colocado la lupa sobre la causa de algo (preguntándonos
por
qué), lo que encontraremos es la información que llena ese lugar vacío
en el espacio del conocimiento. De la manera en que hemos formulado la pregunta,
depende lo que encontremos en su respuesta. Otro ejemplo más: si hemos
preguntado para qué, quiere decir que hemos colocado un lugar vacío en lo
que es la finalidad de algo sobre lo
cual estamos preguntando. Al preguntar, intentamos que la respuesta llene ese
vacío, que ilumine esa zona de información que hemos marcado en el
interrogante.
En este
punto queda claro que la primera manera de buscar conocimiento es la pregunta y
que, de todas las preguntas posibles, el tipo de interrogación que nos permite
encontrar conocimiento es la interrogación relativa, porque habilita la
búsqueda al delimitar un espacio vacío que se debe llenar con información
relativa al aspecto que lo ha determinado (la causa, el modo, la finalidad, los
protagonistas, el hecho, etc.).
En la siguiente tabla presentamos ejemplos de preguntas que pertenecen a estos dos tipos de interrogantes:
En la siguiente tabla presentamos ejemplos de preguntas que pertenecen a estos dos tipos de interrogantes:
INTERROGACIONES
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ABSOLUTAS
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RELATIVAS
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¿Llegaron europeos a América
antes del viaje de Colón?
¿Habrían llegado los primeros pobladores
de América a este continente desde Asia?
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¿Por qué se dice que el de Colón no fue el primer viaje de
europeos que llegó a América?
¿Cómo llegaron a América sus primeros pobladores?
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