lunes, 3 de febrero de 2020

PREGUNTAR PARA SABER


Mientras nos ubicamos en el ámbito del discurso científico como el de un universo de modos de conocer, nos debemos preparar para “afinar” nuestra herramienta. Es decir, nuestra particular manera de preguntar. Cuando interrogamos, hacemos foco en algo que no conocemos o no comprendemos, y pretendemos que una posible respuesta ilumine eso desconocido o no comprendido, en lo que hemos hecho foco. Es por esto que cuanto mejor esté formulada la pregunta, más apropiado será lo que encontremos, a través de ella, cuando podamos responderla. Primera cuestión importante a atender es, entonces, elaborar una manera de construir preguntas que nos permita encontrar conocimientos o facilitar su comprensión por medio de las respuestas que luego podamos hacer a partir de ellas. Tenemos que ponernos de acuerdo, en este sentido, en cómo deberían estar conformadas las preguntas que nos permiten conocer o comprender cuando sean respondidas.

Con este fin, resulta necesario establecer una primera diferenciación entre todas las preguntas posibles. Para ello, armaremos dos grupos de preguntas: el primero de ellos será el de las preguntas que pueden responderse, simplemente, sí o no. Todos las distinguimos porque, en español, son oraciones comunes y corrientes que, si no tuvieran indicaciones sobre su carácter de interrogaciones, podrían ser afirmaciones y no preguntas. Esas indicaciones sobre su carácter de interrogaciones son: en la oralidad, la entonación y, en la escritura, los signos (que se colocan en nuestra lengua tanto al comienzo como al final).

Por ejemplo: “¿Los verbos son las palabras que representan acciones?” Seguramente, en este tramo inicial de nuestra aventura, muchos de ustedes responderán: “Sí”. Muy posiblemente, cuando estemos avanzados en nuestro trabajo, responderán: “No”. Pero, de cualquier manera, la respuesta (ya sea afirmativa o negativa) no nos permite ni conocer mejor lo que queríamos conocer ni comprender lo que queríamos comprender. Estas preguntas se llaman interrogaciones absolutas y, como hemos podido ver a través del ejemplo, no nos llevan al conocimiento ni a la comprensión. Las descartamos, entonces, como herramientas de búsquedas de saber.

Hay otro tipo de preguntas, que se llaman interrogaciones relativas, y que son las que ponen el foco sobre aquello que se quiere descubrir (conocer, comprender) a través de un tipo de palabras, los pronombres enfáticos (porque todos llevan tilde) interrogativos (porque se utilizan para obtener la información que se busca). Esos pronombres enfáticos interrogativos son: qué, quién, quiénes, cómo, dónde, cuándo, por qué, cuál. Con sus variantes: para qué, en qué, debido a qué, con qué, etc. Las preguntas que comienzan con estos indicadores son relativas porque buscan respuestas relacionadas con aquello sobre lo cual ponen el foco de la interrogación (aquello que les interesa conocer o comprender).

Por ejemplo, una pregunta que comienza con por qué pone el foco sobre la causa de algo que se está presentando en la interrogación; si comienza con para qué pone el foco sobre la finalidad de aquello que se presentó; si comienza con cómo, sobre el modo; con dónde, sobre el lugar; con cuándo, sobre el tiempo. Y así con todas las demás. Se trata de preguntas relativas a un aspecto de la información: la causa, la finalidad, el lugar, el tiempo, el modo, las personas, los conceptos, etc. Sobre ese aspecto ponen el foco como una especie de lugar vacío que deberá ser llenado por la información faltante, aquella que generó la necesidad de preguntar.

Por esta razón, las preguntas que nos interesan, las que nos servirán para encontrar lo que buscamos, las que nos permitirán conocer o comprender, son las interrogaciones relativas. En este sentido, nuestro trabajo de indagación sobre una problemática dependerá de que podamos formular de la mejor manera la pregunta que nos permitirá encontrar la respuesta que buscamos. En definitiva, fabricar una buena llave que guíe convenientemente la búsqueda.

Todo esto significa que, si hemos colocado la lupa sobre la causa de algo (preguntándonos por qué), lo que encontraremos es la información que llena ese lugar vacío en el espacio del conocimiento. De la manera en que hemos formulado la pregunta, depende lo que encontremos en su respuesta. Otro ejemplo más: si hemos preguntado para qué, quiere decir que hemos colocado un lugar vacío en lo que es la finalidad de algo sobre lo cual estamos preguntando. Al preguntar, intentamos que la respuesta llene ese vacío, que ilumine esa zona de información que hemos marcado en el interrogante.

En este punto queda claro que la primera manera de buscar conocimiento es la pregunta y que, de todas las preguntas posibles, el tipo de interrogación que nos permite encontrar conocimiento es la interrogación relativa, porque habilita la búsqueda al delimitar un espacio vacío que se debe llenar con información relativa al aspecto que lo ha determinado (la causa, el modo, la finalidad, los protagonistas, el hecho, etc.).

En la siguiente tabla presentamos ejemplos de preguntas que pertenecen a estos dos tipos de interrogantes:


INTERROGACIONES
ABSOLUTAS
RELATIVAS
¿Llegaron europeos a América antes del viaje de Colón?

¿Habrían llegado los primeros pobladores de América a este continente desde Asia?
¿Por qué se dice que el de Colón no fue el primer viaje de europeos que llegó a América?
¿Cómo llegaron a América sus primeros pobladores?

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